Francisco Muro De Nadal

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Nació el 23-2-1908 y falleció en 1993, a los 85 años. Era el segundo de los cuatro hijos varones del matrimonio formado por los inmigrantes Bernabé Muro (castellano) y Mercedes de Nadal Ferrer (catalana), quienes llegaron a la Argentina en la década de 1880 y fundaron la tradicional sastrería Casa Muro, de Bartolomé Mitre y Maipú, una de las más tradicionales de la ciudad de Buenos Aires a lo largo de buena parte del siglo XX. El negocio vestía a la sociedad de la clase alta porteña y fue el primero que compro telas y trajes europeos.

Casado con Marta Estela Mattaldi Eckendorff, tuvo dos hijos, María Marta y Francisco José.

Junto con su hermano menor Luis, fueron preparados para dirigir el negocio familiar. Tras estudiar en la escuela Superior de Comercio “Carlos Pellegrini” y empezar a trabajar a los 16 años, fue enviado por su padre a estudiar en Inglaterra, en el Aylwin College Arnside (Westmoreland). Se capacitó en Yorkshire y Lancashire para estudiar la industria lanera. Con 23 años, en 1931, su padre lo asoció en la firma y desarrolló un negocio que superó los 75 años de existencia y en ellos las recurrentes crisis económicas argentinas.

En 1963, en un reportaje de la revista Primera Plana, explicaba por qué había rechazado una oferta millonaria en dólares para vender su Sastrería: “No voy a destruir lo que mi padre construyó. Mi familia tiene compromisos con un público al que ha servido durante tantos años y con un personal que hoy no hallaría fácilmente otra fuente de trabajo”. 

A la par que dirigía el negocio familiar, desarrolló una importante actuación como dirigente empresario: fue presidente en 1936 y en 1945, de la Cámara de Grandes Tiendas; consejero de la Bolsa de Comercio, presidente de la Confederación de Comercio, miembro del Directorio del Banco Nación (1950-1955); Consejero de la Confederación General de Comercio; Vicepresidente de la primera Comisión Directiva de la Confederación General Económica (1952-1955), mientras la presidió José Ber Gelbard. Desde 1954, fue representante de nuestro país en la Organización Internacional del Trabajo. Fue socio fundador en 1952 de ACDE y presidente de la entidad entre 1960 y 1962.

En una columna publicada en la revista Empresa, explica por qué dedica tanto espacio en su vida a la actividad de interés general: “A menudo nos es dable comprobar que la misma generación que ha sido capaz de proveernos con maquinarias más perfectas, con aviones más veloces, no puede en cambio elevarse sobre la falta de solidaridad que se revela en los sectores más beneficiados, que creen solucionar sus problemas y los de su clase, ignorando los de los demás. Es en este terreno que las responsabilidades del empresario exceden el ámbito de su empresa y la forma más racional de influir en las decisiones será utilizando sus propias organizaciones profesionales. No solamente perteneciendo a ellas, sino tomando parte activa en sus tareas, actuando cargos, ejerciendo su representación y tratando que orienten su acción teniendo en cuenta las exigencias del bien común, antes que los intereses particulares inmediatos”.