Nació en Buenos Aires, el 2-8-1911 y fue socio de ACDE hasta su renuncia el 2/2/1976. Era el quinto de los ocho hijos del matrimonio del intelectual socialcristiano Alejandro Bunge y la alemana Margarita Schreiber Alberch. Casado con Gerta Margot Mühlenkamp Markurth, tuvo cuatro hijos: María Teresa; Mercedes Inés; Mónica y Rafael Francisco.
Su principal referencia es respecto de la figura de su padre (cuya foto ilustra esta semblanza) ya que al momento de fundarse ACDE, Rafael era colaborador de la Revista de Economía Argentina, una influyente revista especializada en temas económicos, creada por su padre. La Revista de Economía Argentina tuvo edición mensual desde 1918 hasta 1952 y fue un importante foco de irradiación del pensamiento económico con visión nacional, llegando a tirar 7.500 ejemplares con suscriptores en todo el mundo. A la muerte de su padre en 1943, junto con su hermano Max, asumieron la herencia intelectual de su padre, dirigiendo la Revista hasta su desaparición. Fue una época en la que los discípulos de Bunge, los primeros sus hijos eran parte de un grupo de jóvenes profesionales estudiosos, orientados por la Doctrina Social de la Iglesia e influidos por el clima de intervención activa del Estado característico de mediados de los treinta y la segunda posguerra, que orientaron sus preocupaciones hacia las cuestiones sociales y al desarrollo del mercado interno para su solución.
Aunque no sea materia de esta semblanza, es necesario señalar que Alejandro Bunge (1880-1943), fue “ingeniero de formación, economista por dedicación y estudio y sociólogo de hecho” (Juan Llach) y un notable intelectual socialcristiano que influyó decididamente en el pensamiento económico del país durante la primera mitad del siglo XX. Autor de centenares de artículos, dispersos en los diarios del país, y de decenas de libros, Bunge midió lo que nadie antes había medido: fue pionero en la medición del Producto Bruto Interno, a partir de su análisis de los datos del Censo de 1914 y del índice de precios minoristas en la Ciudad de Buenos Aires. Además, detectó problemas de nuestra evolución económica y propuso cursos de acción. Sin que se pretenda hacer una presentación del pensamiento económico de Bunge baste consignar, al sólo efecto de marcar su relevancia, que se constituyó en un certero teórico del final del modelo de especialización agroexportadora que el país había seguido hasta entonces, y uno de los propulsores más fundamentados de políticas que alentaran la diversificación productiva y la expansión del mercado interno. En palabras de José Luis de Imaz, “Bunge fue para la industrialización nacional, lo que Alberdi para la población”. Y uno de sus más notorios discípulos, Raúl Prebisch, lo consideró “el primer apóstol de la industrialización argentina”. Su cosmovisión cristiana influyó notoriamente en el desarrollo de su enfoque y de sus trabajos. Al morir, en mayo del ‘43, lo lloró un nutrido grupo de estudiosos que se había iniciado y crecido bajo su sombra generosa: José Figuerola (futuro autor del primer Plan Quinquenal del gobierno peronista de 1946-’52), Carlos Moyano Llerena (futuro ministro de Economía de la Nación), Francisco Valsecchi (futuro creador de la Universidad Católica Argentina), Carlos y Rafael García Mata (estudiosos de la agronomía).